domingo, 8 de octubre de 2017

Mi retrato

Luis Sánchez, 1945. Escrito para que, a su muerte, sea entregado a sus hijos.

¡No grites! No seas loco
siéntate con calma un rato
y da la luz a ese foco,
pues quiero que, poco a poco,
examines mi retrato.

Fue hecho recientemente
y tan natural estoy
que puedes perfectamente
ver, sin quebrantar tu mente
lo desdichado que soy.

Se ve que estoy demacrado,
que mi gesto es de dolor
que mi cuerpo está encorvado
y que, en general, mi estado
es triste y desolador.

Aunque profundas y tiernas
un simple reflejo son
esas heridas externas
de otras que padezco internas
o sea, en el corazón.

A mi nada me divierte
no tengo apego a la vida
maldigo mi mala suerte
voy caminando a la muerte
con la ilusión ya perdida.

De esa muerte prematura
tiene la culpa tu madre,
¡desgraciada criatura!
que lleva a la sepultura
a un buen marido y buen padre.

Me muero, si, sin querer,
pues quiso la mala suerte
que esa maldita mujer
con su manera de ser
me tenga herido de muerte.

Con ese juego de azar
que llaman el matrimonio
quise mi vida encauzar
y esto no pude alcanzar
porque me asocié al demonio.

Ese yugo y esos lazos
que unieron la sociedad
los verás hechos pedazos
cuando, cruzado de brazos,
me marche a la eternidad.

Cuando esté en otras mansiones
y hecho pedazos el yugo,
perdono tus oraciones
con tal que tú no perdones
a la que fue mi verdugo.

Y te suplico además
que, si de luto vistiere,
no lo toleres jamás,
por ser otra herida más
que esa criminal me infiere.

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