jueves, 9 de septiembre de 2021

Morir de cáncer

 Tres meses de penosa agonía tras seis años de lucha contra la enfermedad. Todo empezó  con un intenso e insoportable dolor de tripa. En la intervención detectaron un nódulo canceroso, pequeño pero muy agresivo. El diagnóstico fue malo. Colocaron una bolsa en el vientre, un infusor en el tórax, y empezaron las sesiones de quimio. Había que luchar. Los efectos secundarios fueron inmediatos: cansancio, insensibilidad en manos y pies, intolerancia a algunos alimentos, llagas en la boca y malestar general.


Finalizado el tratamiento, una dura y larga intervención de más de nueve horas para quitar la bolsa, extirpar la vesícula y arreglar una hernia en el vientre que devino en una  lenta y dolorosa recuperación, ingresada en el hospital.


Después de un tiempo, poco, siempre con molestias y cansancio, en una revisión, detectaron activación en el colon y metástasis en el hígado. Y otra vez el suplicio de la quimio. Largas sesiones en el hospital y un recipiente con la medicación colgado del infusor durante cuarenta y ocho horas, al cabo de las cuales, vuelta al hospital a retirar el envase. Limpieza del infusor y visitas a la psiquiatra cada poco tiempo. los efectos secundarios eran cada vez mas frecuentes y en aumento: herpes zoster, infecciones de orina, llagas en la boca, aparte del cansancio y la insensibilidad en las extremidades.


Con el final del tratamiento llegó una anemia que imposibilitaba casi cualquier movimiento, pérdida de apetito progresiva, caída del cabello y malestar generalizado.


Sugirieron probar un tratamiento experimental en el que, un porcentaje, podía ser de placebos. No se pudo iniciar a causa de la anemia, así que, hierro por todas partes, en vena, en las comidas y en los batidos de la farmacia que ya casi era la única alimentación que toleraba su cuerpo.


La segunda sesión ya no fue posible. El cáncer iba avanzando, invadiendo otros órganos y deteriorando cada vez más, los ya afectados.


Veinticuatro horas de vómitos contínuos y dolores intensos se aliviaron con la morfina. Apremio para llegar al baño; allí quedaban, en el suelo, las prendas mojadas. Pañales. Imposible levantarse de la cama. Vómitos frecuentes, la mayoría de las veces, con el estomago vacio, lo que suponía agotamiento y malestar enorme. Agacharse para vomitar y ser incapaz de levantarse sin ayuda. Instalar cama articulada para facilitar los pocos e imprescindibles movimientos. Colchón antiescaras. Alimentos sólo líquidos, batidos de frutas con yogur y de la farmacia. El cuerpo rígido, las piernas esqueléticas y el vientre hinchado. El tiempo trascurría en una especie de sopor, sin saber si era día o noche, no pudiendo articular palabra alguna, desvariando en ocasiones. Así pasaron tres meses de agonía, de suplicio, hasta que, prácticamente en coma, le aplicaron los paliativos. Al expirar, su rostro reflejó la dicha de haber finalizado el sufrimiento.

4 comentarios:

Ledicia dijo...

Un abrazo grande Teresa.
No me imagino el dolor que puede causar pasar por esa situación.
Muchas gracias por compartirla

Teresa dijo...

Gracias. Un abrazo.

Teresa dijo...

Saludos

Anónimo dijo...

Un abrazo inmenso, que tú dolor finalice pronto, y que esté ejemplo que nos has dado toda tu vida perduré en nuestro recuerdo para admirarte y seguir tus pasos de entereza y solidaridad. Un abrazo enorme compañera